viernes, 2 de diciembre de 2016

El entrañable dictador


Por
Jose Luis Agudo Gutiérrez

“…apenas tuvo tiempo de sacar el pecho y levantar la cabeza sin
comprender de dónde fluía el líquido ardiente que le quemaba los muslos.-¡Cabrones! -gritó-. ¡Viva el partido liberal!”
(Gabriel García Márquez, Cien años de soledad)


De forma intempestiva y acaso extralimitando mis conocimientos sobre el tema, he decidido pronunciarme acerca del episodio histórico que ha convulsionado al mundo durante los últimos días. Me refiero, como es lógico, a la muerte del líder revolucionario y ex presidente de la República “comunista” de Cuba (el entrecomillado hace referencia a la ambigüedad del término), Fidel Castro.

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El comandante Fidel Castro fumando un habano


Desde su fallecimiento en La Habanna el pasado viernes, la guerrilla entre detractores y prosélitos convencidos se ha visto más avivada que nunca, hasta ahí nada nuevo. Mientras los disidentes y exiliados celebran bebiendo champaña el fin del tirano (anhelo que se antojaba eterno); belicosos izquierdistas, progres intelectuales y un ostensible sector del pueblo cubano, lloran descompuestos ante la pérdida de una de las figuras que mejor representa la insurrección contra el creciente influjo estadounidense del siglo XX. Asimismo, a nadie le coge por sorpresa las antagónicas declaraciones de políticos, algunos manifiestamente capitalistas, como Donald Trump quien no duda en tacharlo de “Brutal dictador”, y otros como sus camaradas latinoamericanos Evo Morales o Nicolás Maduro que lo encumbran al nivel de “Gigante de la historia de la humanidad” e inmortal luchador. También nuestros gobernantes (véanse opiniones) difieren sobre este aspecto.

Sin embargo, con gran estupor, percibo que en general nadie sabe muy bien cuál debería ser su sitio en la memoria colectiva, o por lo menos nadie logra ponerse de acuerdo. Cómo valorar al bueno de Fidel Alejandro Castro Ruz, el dictador que releía los manuscritos inéditos de Gabo, constituía ya una inefable polémica antes de su reciente ingreso en el camposanto.

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Castro con su leal amigo
Gabriel García Márquez
Lo que sí nos queda claro a todos los efectos es que fue un portento opresor. Este hecho resulta innegable, pues apenas acababa de llegar al poder, cuando los denominados “tribunales revolucionarios” iniciaron una purga política que se prolongaría durante todo su mandato. Según diversos testimonios aportados por fuentes cercanas, el régimen castrista no sólo se deshizo de sus opositores políticos, sino que también se ensañó con los homosexuales, a quienes (en palabras del escritor liberal Mario Vargas Llosa) Fidel calificaría como “enfermitos”. Aún hoy son muchos los que le recriminan haber elegido la vía antidemocrática. No obstante, tampoco esto  supone algo insólito, ya que cualquier tipo de insurrección armada ha estado siempre fuertemente enraizada a la feroz represión de la casta militar, como es el caso de la Revolución Francesa con el ejército napoleónico, o las revueltas bolcheviques que desembocaron en un férreo régimen estalinista. Tales elementos marxistas (persecuciones, encarcelamientos, ejecuciones y  un pueblo sometido a la dictadura del proletariado) entrañan las sombras inherentes al legado del comandante cubano.

¿Por qué motivo, entonces, no se le juzga definitivamente? Espero sepan ustedes disculparme por el tono revertiano de mi contestación, y es que a veces sucede que hasta los hijos de puta nos caen bien. Fidelito era uno de esos hombres enigmáticos y entrañables (qué decir del Che), genuino poseedor de una vasta cultura. “Para matar a Fidel hacen falta dos cañones, uno para sus ideas y otro para sus cojones” decía la canción. Ni siquiera el más acérrimo contestatario hubiera podido permitirse el lujo de restarle mérito a sus hazañas. 

Exactamente hace sesenta años, un lluvioso veinticinco de noviembre de 1956, el legendario Granma zarpaba navegando con sigilo por las aguas del río Tuxpan (México), iban a bordo ochenta y dos guerrilleros. Aquello sería el pistoletazo de salida que les conduciría hacia una encarnizada batalla, donde al poco de arribar, en las inmediaciones cubanas, sufrieron el embate del ejército nacional y hubieron de retirarse a la Sierra Maestra. Entre los supervivientes (unos veinte soldados) se hallaban personajes de la talla de Ernesto Guevara, Raúl Castro, Juan Almeida y Camilo Cienfuegos, quienes posteriormente conseguirían rebelarse hasta la victoria. 

A pesar del bloqueo comercial, económico y financiero, el país logró consagrarse como un vivero de futuros médicos, maestros e ingenieros, y uno de los grandes exportadores de productos vernáculos (Azúcar crudo, tabaco laminado, licores, petróleo refinado etcétera). Imaginar lo que hubiese alcanzado Cuba sin el acoso permanente del titán americano, resulta cuanto menos interesante, mas nunca se sabrá. Tan sólo el brillante modelo educativo y una serie de derechos para con sus ciudadanos perdurarán, si así lo convienen los designios del tiempo.  

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Los revolucionarios toman el poder  


Todavía, pues, no hay ningún veredicto certero acerca del comandante Castro: hombre de armas tomar, dispuesto a jugarse la vida, pero sin prejuicios a la hora de vestir marcas, besar las manos del Papa o incluso echar una partida de dominó con Fraga. Fidel era humano y paradójico, amigo de sus amigos, que no de sus enemigos. Desde este domingo sus cenizas reposarán en el cementerio de Santa Ifigenia. Barack Obama proponía delegar la tarea de absolución, yo propongo mirar hacia adelante por si las piedras. Humano y paradójico, como la existencia misma, es sentir admiración frente a miles de bienintencionados que, sin embargo, cometieron las peores atrocidades contra nuestra amada libertad.
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El Papa Francisco I junta a un ya envejecido Fidel Castro

lunes, 30 de mayo de 2016

Informe del periodismo bélico actual

Desde los tiempos de Chaves Nogales hasta las bravatas “reporteriles” de la guerra de los Balcanes, han existido ciertos dogmas inquebrantables para cualquier corresponsal que se precie y que posea el más mínimo instinto de conservación. Las batallitas y leyendas, así como algunos consejos prácticos convertidos en aforismos, forman parte del oficio. Estos profesionales cuentan con su propio código deontológico. Les rodea una mística especial, la cual refuerza el estereotipo introducido años atrás por Manu Leguineche sobre las tres “des”: Dipsómano, divorciado y deprimido. No obstante, suelen ser personas muy comprometidas con su trabajo.
Fotografía del español Chaves Nogales,
leyenda de la crónica de guerras

En cuanto al sector, a pesar del hermetismo que le caracteriza, está experimentando las mismas transformaciones que otras áreas de la comunicación.
Reportero entre tanques
Entre los puntos favorables para un reportero de guerra, se encuentra viajar constantemente conociendo distintas culturas, asistir a lo peor y a lo mejor del ser humano, vivir experiencias inolvidables (ya sean buenas o malas) etcétera. Es una profesión bastante selecta que requiere desenvoltura hablando idiomas. Además, precisa agilidad diplomática y rapidez a la hora de informar. Hoy en día, quien primero difunde una noticia, será quien reciba los debidos méritos. La acción inmediata de las redes sociales elimina toda clase de rutinas posibles, y el uso de imágenes reflejando sin censura la cruda realidad, está ganando mucho peso dentro del periodismo bélico del siglo XXI.
Manu Leguineche junto a un grupo de talibanes afganos en 1965
Por otro lado, las guerras modernas resultan definitivamente más peligrosas. Ya no responden a causas políticas o territoriales, sino a motivos religiosos. Antiguamente los enviados especiales portaban consigo un documento de acreditación de prensa, y salvo raras excepciones, jamás se les hacía partícipes del conflicto. El mayor riesgo que corrían, tenía que ver con pisar una mina o que un mortero aterrizara justo encima de ellos. Sin embargo, enséñenle ustedes una acreditación especial a cualquiera de los fanáticos religiosos -capaces de inmolarse- que combaten a día de hoy en las guerras de Oriente Medio, ya verán cómo reaccionan; probablemente les hagan a ustedes prisioneros y, dadas las circunstancias, casi mejor morir de ante mano. Aún así, se ha exagerado demasiado la figura del corresponsal. El mundo entero mitificó a personajes como Kapuscinski, cuando realmente ellos mismos desmentían estas heroicidades asegurando haberse pasado la mayor parte del conflicto aguardando en algún hospital.
El autodenominado Estado Islámico antes
de ejecutar a veintiún cristianos en las costas próximas a Libia 

No pocas conclusiones podemos extraer de semejante labor, pero dado que únicamente un loco lleno de pasión se jugaría el pellejo por su trabajo, prefiero terminar este informe con una pequeña broma que recoge ArturoPérez-Reverte en su libro “Territorio Comanche”. Dicha frase se hizo popular entre los periodistas de las Guerras Yugoslavas, cuando estaban tomando copas en la terraza de un hotel y comenzaban a sonar los estruendos del combate; entonces aquellos hombres de carácter complicado, bromeaban: “Tres bombas más y nos vamos”.
Ryszard Kapuscinski por África

domingo, 29 de mayo de 2016

Los sesos del arte

Imagínense ustedes, si pueden, sentados en el viejo tendido que albergaba la plaza de Manzanares:

La plaza de Manzanares recién rehabilitada (Ciudad Real)
<<Son cerca de las cinco, y un sol propio de agosto pica sobre la coronilla del público.  El sevillano Ignacio Sánchez Mejías hace su reaparición, junto a Juan Belmonte, tras casi cinco años sin vestir un traje de luces. Sale para sustituir a Domingo Ortega, el cual se está recuperando de un accidente automovilístico. Sus ojos desprenden serenidad y templanza. Hay quien, tiempo después, asegurará que ya entonces tiene planeado morir.
El matador, Ignacio Sánchez Mejías
Como una vil empresa, empieza por santiguarse, dando paso al espectáculo. Le sueltan a Granadino; un toro negro, no muy grande y astifino que resulta más bien manso. Éste dobla con firmeza mientras el diestro lo capea a golpe de verónicas. Bestia cornúpeta y bestia de montera forman una única figura donde el torero no ceja en arrimarse. Ciñendo al animal a su media, demuestra inconmensurable valor, y así, remata sonsacando los aplausos de la gente.
Un espada reta con la mirada al animal  sin moverse del estribo
 Granadino embiste embravecido contra los caballos, hasta que consiguen llamarlo. Uno detrás de otro se van luciendo los tres banderilleros. Como siempre, cierto aroma virtuoso, creativo e intrépido invade la tierra batida del ruedo. Por fin, Ignacio Sánchez Mejías recibe su muleta y comienza la faena sentado en el estribo. Desafía al toro desde allí, sin embargo,  algo sucede: Parece triste. Quizás esté evocando la tarde que vengó a Joselito “El gallo” en Talavera, o cuando esa misma noche lloraba su cadáver. Tal vez, sólo piense en sus amantes; está casado con una gitana llamada Lola pero también tiene a “la Argentinita”, y a Marcelle Auclair esperándole en Santander. De pronto cambia de gesto, ahora ostenta seguridad.  Granadino arremete e Ignacio Sánchez Mejías  realiza, sin levantarse, un pase estremecedor. Es al volver cuando éste le empitona y le voltea por los aires. A duras penas, Fermín Espinosa “Armillita chico” consigue despistar al astado y matarlo con medio estoque. Rápidamente el herido es sacado de la plaza>>
Ignacio Sánchez Mejías lamenta la pérdida de Joselito en Talavera

Dos días después, el 13 de agosto de 1934, moría  Ignacio Sánchez Mejías debido a una infección en su muslo derecho. Federico García Lorca, gran amigo suyo, le dedicó unas elegías que recoge la obra poética “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”.

¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.
[…]

Federico García Lorca, autor de "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías"

Fue un hombre que cosechó numerosos triunfos, incluido durante los años que se mantuvo alejado del toreo. Presidió al Real Betis Balompié y escribió varias obras teatrales, además de fundar lo que hoy se conoce como la “Generación del 27”. Así pues, su figura trascendió hacia el ámbito cultural de la España de anteguerra.