lunes, 30 de mayo de 2016

Informe del periodismo bélico actual

Desde los tiempos de Chaves Nogales hasta las bravatas “reporteriles” de la guerra de los Balcanes, han existido ciertos dogmas inquebrantables para cualquier corresponsal que se precie y que posea el más mínimo instinto de conservación. Las batallitas y leyendas, así como algunos consejos prácticos convertidos en aforismos, forman parte del oficio. Estos profesionales cuentan con su propio código deontológico. Les rodea una mística especial, la cual refuerza el estereotipo introducido años atrás por Manu Leguineche sobre las tres “des”: Dipsómano, divorciado y deprimido. No obstante, suelen ser personas muy comprometidas con su trabajo.
Fotografía del español Chaves Nogales,
leyenda de la crónica de guerras

En cuanto al sector, a pesar del hermetismo que le caracteriza, está experimentando las mismas transformaciones que otras áreas de la comunicación.
Reportero entre tanques
Entre los puntos favorables para un reportero de guerra, se encuentra viajar constantemente conociendo distintas culturas, asistir a lo peor y a lo mejor del ser humano, vivir experiencias inolvidables (ya sean buenas o malas) etcétera. Es una profesión bastante selecta que requiere desenvoltura hablando idiomas. Además, precisa agilidad diplomática y rapidez a la hora de informar. Hoy en día, quien primero difunde una noticia, será quien reciba los debidos méritos. La acción inmediata de las redes sociales elimina toda clase de rutinas posibles, y el uso de imágenes reflejando sin censura la cruda realidad, está ganando mucho peso dentro del periodismo bélico del siglo XXI.
Manu Leguineche junto a un grupo de talibanes afganos en 1965
Por otro lado, las guerras modernas resultan definitivamente más peligrosas. Ya no responden a causas políticas o territoriales, sino a motivos religiosos. Antiguamente los enviados especiales portaban consigo un documento de acreditación de prensa, y salvo raras excepciones, jamás se les hacía partícipes del conflicto. El mayor riesgo que corrían, tenía que ver con pisar una mina o que un mortero aterrizara justo encima de ellos. Sin embargo, enséñenle ustedes una acreditación especial a cualquiera de los fanáticos religiosos -capaces de inmolarse- que combaten a día de hoy en las guerras de Oriente Medio, ya verán cómo reaccionan; probablemente les hagan a ustedes prisioneros y, dadas las circunstancias, casi mejor morir de ante mano. Aún así, se ha exagerado demasiado la figura del corresponsal. El mundo entero mitificó a personajes como Kapuscinski, cuando realmente ellos mismos desmentían estas heroicidades asegurando haberse pasado la mayor parte del conflicto aguardando en algún hospital.
El autodenominado Estado Islámico antes
de ejecutar a veintiún cristianos en las costas próximas a Libia 

No pocas conclusiones podemos extraer de semejante labor, pero dado que únicamente un loco lleno de pasión se jugaría el pellejo por su trabajo, prefiero terminar este informe con una pequeña broma que recoge ArturoPérez-Reverte en su libro “Territorio Comanche”. Dicha frase se hizo popular entre los periodistas de las Guerras Yugoslavas, cuando estaban tomando copas en la terraza de un hotel y comenzaban a sonar los estruendos del combate; entonces aquellos hombres de carácter complicado, bromeaban: “Tres bombas más y nos vamos”.
Ryszard Kapuscinski por África

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