Desde los tiempos de Chaves Nogales hasta las bravatas
“reporteriles” de la guerra de los Balcanes, han existido ciertos dogmas inquebrantables
para cualquier corresponsal que se precie y que posea el más mínimo instinto de
conservación. Las batallitas y leyendas, así como algunos consejos prácticos
convertidos en aforismos, forman parte del oficio. Estos profesionales cuentan
con su propio código deontológico. Les rodea una mística especial, la cual refuerza
el estereotipo introducido años atrás por Manu Leguineche sobre las tres “des”:
Dipsómano, divorciado y deprimido. No obstante, suelen ser personas muy comprometidas
con su trabajo.
Fotografía del español Chaves Nogales, leyenda de la crónica de guerras |
En cuanto al sector, a pesar del hermetismo que le
caracteriza, está experimentando las mismas transformaciones que otras áreas de
la comunicación.
Reportero entre tanques |
Entre los puntos favorables para un reportero de guerra,
se encuentra viajar constantemente conociendo distintas culturas, asistir a lo
peor y a lo mejor del ser humano, vivir experiencias inolvidables (ya sean
buenas o malas) etcétera. Es una profesión bastante selecta que requiere
desenvoltura hablando idiomas. Además, precisa agilidad diplomática y rapidez a
la hora de informar. Hoy en día, quien primero difunde una noticia, será quien
reciba los debidos méritos. La acción inmediata de las redes sociales elimina
toda clase de rutinas posibles, y el uso de imágenes reflejando sin censura la
cruda realidad, está ganando mucho peso dentro del periodismo bélico del siglo
XXI.
Manu Leguineche junto a un grupo de talibanes afganos en 1965 |
Por otro lado, las guerras modernas resultan
definitivamente más peligrosas. Ya no responden a causas políticas o
territoriales, sino a motivos religiosos. Antiguamente los enviados especiales
portaban consigo un documento de acreditación de prensa, y salvo raras
excepciones, jamás se les hacía partícipes del conflicto. El mayor riesgo que corrían,
tenía que ver con pisar una mina o que un mortero aterrizara justo encima de
ellos. Sin embargo, enséñenle ustedes una acreditación especial a cualquiera de
los fanáticos religiosos -capaces de inmolarse- que combaten a día de hoy en
las guerras de Oriente Medio, ya verán cómo reaccionan; probablemente les hagan
a ustedes prisioneros y, dadas las circunstancias, casi mejor morir de ante
mano. Aún así, se ha exagerado demasiado la figura del corresponsal. El mundo
entero mitificó a personajes como Kapuscinski, cuando realmente ellos mismos
desmentían estas heroicidades asegurando haberse pasado la mayor parte del
conflicto aguardando en algún hospital.
El autodenominado Estado Islámico antes de ejecutar a veintiún cristianos en las costas próximas a Libia |
No pocas conclusiones podemos extraer de semejante labor,
pero dado que únicamente un loco lleno de pasión se jugaría el pellejo por su
trabajo, prefiero terminar este informe con una pequeña broma que recoge ArturoPérez-Reverte en su libro “Territorio Comanche”. Dicha frase se hizo popular
entre los periodistas de las Guerras Yugoslavas, cuando estaban tomando copas
en la terraza de un hotel y comenzaban a sonar los estruendos del combate;
entonces aquellos hombres de carácter complicado, bromeaban: “Tres bombas más y
nos vamos”.
Ryszard Kapuscinski por África |
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